miércoles, 29 de marzo de 2017

Tanta flor en esta primavera, fruto del silencio invernal, para gozo de los sentidos y de la presencia. 
- Otra textura del poema para regocijo de la inteligencia. 



                       DayenÚ: nos bastaría


Feliz quien respira, dichoso,
el aire nativo de su propia tierra.
                                                                                                   A. Pope

Dios mío, padre de Israel, palabra y mito en la infancia
de mis recuerdos, Padre nuestro
con la invocación en el retorno, como un nos bastaría
que si te olvido que se me olvide la diestra, Padre, y se me pegue
la lengua al paladar.

En este marzo, contrato y finiquito, me regalas
imágenes del silencio que abren el alma a la serenidad cuando tus ojos,
Padre, en mis ojos brillan como pétalos en el cerezo
camino ya del mañana vestido con el ayer por tu infinita misericordia.
Intemporal gozo por tu presencia, todo
apunta a una contemplación.

Brilla el endrino con los rayos, al vuelo rebatidos,
en su flor prieta y cascabelera cuando el ciruelo, por el tamaño, acompasa
en la distancia el fruto de tanto fervor uterino con su belleza:
la mordida en su carne es la salmodia en los versículos de Salomón:
se han mostrado las flores en la tierra,
el tiempo de la canción ha venido,
y en nuestro país se ha oído la voz de la tórtola.

Y a mí, aquí,
que se me pegue la lengua al paladar o que me olvide tu diestra,
Padre altísimo, oh Yahveh, si no goza con tu presencia
la mía en el corazón:
dayenú,

nos bastaría…

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