martes, 2 de mayo de 2017


Ahora que nos las dejaron como un simple moridero de hombres, nuestras aldeas tienen que tener  más palabras que  las  del Palacio Valdés de turno. Poco favor les hacen los teóricos demagogos  que nos hablan al dictado como si fuésemos tontos. 




 LA  ALDEA 
                    Un lugar atrapado en un pasado primitivo
                                                                             G.Sand sobre Mallorca

Al  despertar,  la niebla envuelve los pensamientos del amanecer.
Los hace húmedos y desvaídos, cual pulpa de limón sin zumo,
para el desecho, mientras las pegas y sus  conmilitones son milicia
organizada en chopos y acacias o fresnos, en batalla permanente
y con la música monocorde de siempre, marcial y rutinaria.   

Son preámbulos o  cornetines cual piquetas que disipan
las sombras que hicieron el silencio o las iras,  por  las sospechas
de quienes aúllan por la presencia de los siete pecados
capitales. Son ellos quienes visten, de rutina, las almas de la vecindad
con los trajes a  medida para su corazón. Sin embargo,   por la envidia,  
ninguno, por caridad, lleva el chaleco de la tolerancia; por el contrario,
a la hora de almorzar, los silabeos cortan en la lujuria del pan
todo el rencor que asfixia la limpieza de las miradas. Allí, todo
tranquilidad, ni la brisa orea las ventanas de la paz. Es todo Fargo
por la miseria y el vicio de amontonar;  y en cada esquina, una mota
de sospecha para la  sanguijuela que llevamos dentro y vive
de las palabras que roban a las vecinas las vocales de su niñez.

Inexorablemente y desde siempre, la quietud ahoga la
fantasía, la poca y triste capacidad de ver con el periscopio
mundos de azul y regueros de libertad: no existe. Tampoco la necesitan.
Esclavos del mediodía, su afán es el esfuerzo ingente y los sudores
que el hambre encama en los pliegues de su amor. Y únicamente
la tierra es consuelo porque retiene el tiempo como una maldición.
Aunque se repitan nombres que son  túmulos de papel, herencias y
ansias de toponimia donde  larga  vida tenga  el sudor.     

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