miércoles, 31 de mayo de 2017

Homenaje a Blas de Otero sin síndromes religiosos ni tantálicos. 
HAMBRE de mujer

 Hambre de mujer,  como alambique, ni el fuego ni la palabra
 aplacan el apetito por la forma o el color del ámbito
que te hace habitante del olvido o  síndrome de la nada.

Desvencijado por el ansia que la pobreza acumula entre hojarasca
y silencio, apenas un hálito nos hace esclavos por una vida
desalmada y cruel, la soga al cuello por propia condición.


¡ Cuánta felicidad!


Hambre de mujer, en picadillo con su soledad, es minucia
contra el dolor y  contra la sed,  como simple mica de sal.
Y tras el tacto insomne,  locura del deseo y mudo
en  sus arrebatos,  cuán larga en su pestañeo la memoria
 y los destrozos  de un simple mendrugo de pan:

nunca  peor  la promesa  que viste en kilómetros
los ojos  con las miradas ;  y tantas lágrimas  de amor, huecas,
son el arco con dudas  en el horizonte, sin objetivos,
con   formas de  sombras vacías de nombres
escritos en el cendal de la niebla, como algo siempre sin alma.

¡Hambre de mujer!

Y por eso las texturas que te hacen crucigramas
 con  pasiones y de   promesas , en el tiempo
son destrozos, cual semillas, que el sueño avienta
 sin orden, como norma y sin mudanza.   

¡ Y cuánta felicidad!

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