miércoles, 2 de agosto de 2017


Ni Lesbia ni Catulo para tu trama vital.




El inodoro.

Dictas sentencia desde el inodoro con cuatro palabras
para tu apotegma; la tinta, sin dedos, la de tu vagina
que hace con la cabeza el amasijo que necesita  para consuelo, tu cuerpo,
de Príapo y los secuaces. Son la  corte donde te hacen
de bardos, juglares y trovadores con tal de sorber el zumo
de tu sonrisa vertical;  el néctar,  para ellos, de verte
árbol caído por la fuerza de tus instintos que también
les arroban cuando te poseen;  su dicha, su felicidad, su meta,
el objetivo de su vida para la histeria de un momento
es el jadeo sin decir tu nombre, ajenos por completo al amor.

En ese momento y mañana, es todo tu ser, tus apellidos
y la edad,  sin fecha de nacimiento. Es tu meta y la mitad
de tu corazón que,  con la otra,  será para el siguiente
cuando te canses del anterior; que será  más pronto
que tarde y vuelta a empezar hasta que un día aquel
camionero, bien dotado y geniudo, cansado de tus
devaneos con los inquilinos de tu sexualidad, hará
contigo lo que la historia y la morcilla de mi tierra:
sangre.  Derrama de sangre para unos ojos vacíos y
llenos de tristeza pues sin amor, el deseo no basta.  

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