jueves, 12 de octubre de 2017

  Esta era la realidad, claro. 




Niebla

Tus palabras son niebla que deshace mis formas, desvirtúan mi alma,
La engullen, la envuelven  sin la compasión de araña. Con el dulce aroma de
La miel, tu risa, y  ajeno  al cristal de la memoria,
Rompes en mi laberinto con el hilo de Ariadna, el amor.

Trasiegas mis recuerdos y me obligas a la fe.  Dejo que mis fuentes arrullen tu discurso,
Que mis aguas cristalinas  recojan tus sueños y  les quiten la sed  cuando me dices,
Grácil, de tu  mundo extremo por la angustia del color.

Cual Ulises  varado en su Circe, con sus  lánguidos brazos y los sones
En los peines del viento, el alma de escita  caía en tu alma: árboles sin forma
Y hojas sin brisas, el rayo era un sonámbulo de  la nada.

Fue entonces la bruma y el mar, el campo de la sombras en aquella playa:
Se rizaban en sus nombres las olas. Las brisas son frutos en aquel palmeral.
Y  de pronto tu nombre es nombre de arena en mis dedos: castillo y torre de coral,
Armas melladas por el vacío de un sinsentido que tenía un sello ya desvaído.


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