domingo, 4 de febrero de 2018

 En España, una mayoría lee poco y una minoría lee demasiado. ¿Hasta cuándo este desequilibrio?




Mis  libros, los libros.

Nunca  fue un  desamor desabrido,  en el tiempo, ajeno
a los latidos de un corazón; nunca ninguno, en todos los días,
fue repelente al tacto; nunca todos, en números, fuisteis
ni poco ni mucho ni algo o bastante; como el aire del alma,
disteis vida a los enigmas, del amarillo al blanco o viceversa,
que,  sin tregua ,  traía la responsabilidad  del vivir: sus avatares
o las sombras de Caín y los entrañables misterios
de los corazones rotos; erais  el campamento,
la fortaleza mejor,   donde el futuro oculta la esperanza,
siempre rijosa y contra sí misma; erais la farmacopea
de papel con las palabras justas para el amor en el mantel
de la frialdad, con páginas y apellidos  que dignifican
los componentes de ceniza que nos arden por condición.

¡Mis libros! Los libros todos que son mis dedos
y la sangre de mi memoria  o  la madre del recuerdo
casi, como el sudor, cuajado  en los poros de mi  piel.
¡Mis libros! ¿ Dónde vuestro destino cuando 
las caricias sean fruto de vuestra soledad?
Me llevareis, sin embargo, en vuestro silencio
 y en la espera de unos ojos que os vuelvan a mirar.

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