jueves, 1 de febrero de 2018


Un aire habitado.



Aquí en Reconcos, en plenitud de soledad con  mis  palabras y los colores, busco los rincones donde alguna astilla  lleve el nombre o la sangre o las risas o el tacto que me sirvan para una esquina de la biografía contra el tiempo y  la parsimonia del vivir: te espero como si no fueras;  revuelvo y rebusco  para insistir mi existencia con la ausencia tuya que me atenaza para que tanto olvido no  sea leyenda. Para que las aguas que corren por  nuestros dedos, nunca  sean estancas en las olas sin nombre que llegan  del horizonte.

Sí. Aquí y ahora,  en Reconcos, donde reposan los frutos y las almas hilvanadas  por las vidas sin miradas que me precedieron,  desde siempre hasta ahora; aquí, en Reconcos,  me dan vida y  presencia  tantos árboles que  sonríen cuando me transitan con las brisas y el silencio que me regalan: aprendida su lección, el invierno y sus primaveras hacen conmigo  los ancestros que fueron en las vocales  del hórreo: contra los elementos, para mí una pizca del saber  que da aliento al amor con las sombras del vivir, y  la memoria de sus nombres en la despensa del corazón. 

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