miércoles, 28 de marzo de 2018


 Para quienes manipulan porque merodean: quienes asoman solo  la cabeza en la esquina de la vida. 

Merodeas

 Las palabras y tus dedos... cuando hablan,
son  esquinas del silencio,   vacías.  Desconocen
el hambre del amor; mejor,  ni lo intentan
porque no saben  abrir ni el pomo de la puerta.
Habitáculo sin luz y   sin formas, tu alma
es campo yermo como réquiem áfono
y el sueño de la pereza, juntos.  Nunca se sabe.

Rotación sin vértice tu corazón,   ocultas el color
de los pasos que marcan tus intenciones.
Y aunque sabes de la casa encendida donde viven
los efectos del amor, merodeas y las puertas
niegan la luz a tu identidad porque  te desconfían.  

 Es un decir, entonces:   ¿Tienes algo  que sirva para darte
nombre aunque  polvo enamorado? Tampoco.
O sea, nada que sea el congénito sigilo de tu figura;
 nada que ponga un trazo a la  sombra de tu vida
me sirve para ofrecerte algo  más suave que la tristeza.

Ya lo sabes. No basta sonreír. Si ondulado
tu caminar, el bucle de tus intentos se cierra
en tu alma agostada por la duda que te corroe
y te hace, en  campo de soledad, avispada
lagartija en las ruinas de tu inteligencia. 

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